Por Cecilia Rivero Borrell
Una realidad que nos interpela.
En la colonia donde vivimos, la comunidad de León ha sido testigo de un tiempo complejo que a trastocado la paz. En los últimos meses, las tensiones y manifestaciones de violencia han aumentado, afectando el ambiente cotidiano y generando en muchas familias sentimientos de miedo, incertidumbre y desconfianza.
Esta realidad se vuelve más visible en los relatos de los vecinos y vecinas, en su preocupación por el bienestar de sus hijos —especialmente los adolescentes y jóvenes— quienes se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad ante los conflictos que atraviesa el barrio.
Nada de esto nos es ajeno; lo vemos, lo escuchamos, convivimos con quienes lo viven día a día. Y esta misma realidad nos ha llevado a abrir más los ojos y el corazón, a acercarnos con mayor compasión y a preguntarnos cómo acompañar, cómo ser un signo de esperanza en medio de las heridas que la comunidad carga.
Sabemos que no podemos cambiarlo todo, pero sí podemos ser presencia, tejer comunidad y cuidar lo que nace de lo pequeño, sembrando gestos que fortalezcan la confianza, la cercanía y la vida.
Sentirnos llamadas a ser espacio de paz
En medio de este contexto, sentimos un llamado profundo: ser signo de paz, recordar —a nosotras mismas y a quienes nos rodean— que la vida siempre encuentra caminos, aun en tierra herida.
Como comunidad, comenzamos a preguntarnos:
- ¿Qué gesto sencillo y visible podría recordarnos que no estamos solos?
- ¿Qué acción podría reunirnos como vecinas y vecinos alrededor del deseo de paz?

Entonces surgió una idea: retocar la imagen de Mater que está afuera de nuestra casa e invitar a algunos adolescentes de la colonia a hacerlo con nosotras.
Un gesto pequeño, pero lleno de sentido: volver a darle color a quien, en nuestra espiritualidad, custodia, acompaña y abraza a la comunidad.
A partir de ese gesto, nació también la intención de dar un paso más: organizar el primer rosario por la paz, abierto a todas las personas de la cuadra.




Una acción sencilla con los jóvenes
El sábado 22 de noviembre, junto con dos adolescentes de la colonia, restauramos la imagen de Mater.
Mientras pintábamos, conversábamos sobre lo que cada uno soñaba para el barrio: seguridad, confianza, vida cotidiana tranquila, lugares para convivir.
Un rosario que nos reunió como comunidad
El domingo 23 celebramos el primer rosario por la paz. Vecinos y vecinas acudieron a este momento en el que compartimos espacios de oración, esperanza y celebración.



Fue un encuentro sencillo y profundo, lleno de nombres y memorias: recordamos a las víctimas de la violencia, oramos por sus familias y pedimos juntos el don de la paz para nuestro barrio.
Ahí, frente a la Virgen, las palabras pronunciadas nacieron del corazón de una comunidad que quiere vivir sin miedo, que anhela un entorno seguro para sus hijos y que se sostiene mutuamente.



La vida que brota de lo pequeño
El convivio posterior nos recordó algo esencial: la paz no es solo un anhelo, es también una práctica comunitaria.
Se construye cuando nos encontramos, cuando compartimos la mesa, cuando nos acompañamos, cuando hacemos visible que la mayoría desea un entorno donde podamos vivir con confianza. Este primer encuentro nos dejó un deseo profundo: seguir creando espacios de compañía, solidaridad, alegría, paz y esperanza.
Seguir siendo, en medio de la colonia, un espacio de encuentro, una casa abierta, un pequeño signo del Corazón de Jesús que acompaña, escucha y cuida.


Para nosotras, como RSCJ, estas pequeñas acciones reflejan lo que creemos: que la paz se construye desde lo cotidiano, desde la escucha y desde la cercanía. Seguiremos acompañando a la colonia con pequeños gestos que sostengan la esperanza y fortalezcan los vínculos comunitarios.



























