¿Por qué he permanecido en la Sociedad del Sagrado Corazón?

Ana Ramírez Ugarte, rscj

Me resultó muy inspiradora esta pregunta. Irla contestando me llenó de agradecimiento a la Sociedad del Sagrado Corazón y me dio la oportunidad de preparar el corazón a mis 60 años de votos, que celebré el 10 de octubre de 2015. 

De joven me llenó de sentido ver que, en la Sociedad, Jesús es el centro, a quien seguir, y que se trata de vivir a su estilo, en la línea del Evangelio. También dedicarme a la educación, respuesta fundamental a los problemas en mi país, según yo creía, y sigo creyendo. Y el modo específico de vivir la educación: el amor. “Les serán madres…” me entusiasmó desde que lo conocí.

A lo largo de estos 62 años nuestra espiritualidad ha evolucionado, pero Jesús, su Corazón traspasado sigue siendo el centro, y la educación, nuestra misión en la Iglesia. He intentado vivirlo, con altibajos; sigue dando sentido a mi vida. Me marcó lo de “Contemplar el corazón de Cristo en el corazón traspasado de la humanidad”. Y las Constituciones son para mí un frecuente punto de referencia: me iluminan y me estimulan.

En mi primera etapa como rscj me ayudó mucho la seriedad con que se buscaba nutrir el ser profundo y el sentido y la calidad del servicio educativo. Por un lado la cercanía y la dirección espiritual de las Superioras y el respaldo de la comunidad. Por otro, el Juvenato inicial y el superior, el seguimiento cercano, iluminador y exigente de la Maestra General y la Maestra de Estudios.

Algunos signos de la calidad educativa que sigo considerando muy valiosos son:

  • El buscar por todos los medios que aprendiéramos a “pensar y a querer” (Plan de Estudios) y lo aplicáramos al estudio y, sobre todo, a la vida.
  • La búsqueda de dar continuidad al modo de llevar el trabajo concreto en el momento de que una rscj cambiaba de comunidad; se querían aminorar los trastornos causados en las instituciones por esos cambios y no perder calidad.
  • La eficaz estrategia para hacer crecer y madurar a las mayores, al darles responsabilidad real y concreta en el cuidado y formación de las más chicas.

Valoré que al confiarnos un servicio, teníamos la libertad de llevarlo a la práctica de la manera como creíamos mejor. Había un cauce, como el de los ríos que van buscando su camino; no un rígido canal. Teníamos acompañamiento y líneas de acción, pero con respeto a nuestro modo de hacer lo que estaba a nuestro cargo. Nos confiaban una responsabilidad, no nos encargaban hacer cosas y cosas.

Me dio profundo sentido el cambio que vivimos en la línea del Vaticano II y de Medellín, de los Capítulos 67 y 70. Me marcó haberlo vivido con la dirección, el impulso y la confianza de Montse Espadaler y siendo parte del equipo del Colegio de San Luis, con Cristina White a la cabeza. Montse y Cristina me encaminaron a descubrir lo prioritario que es en nuestra vida “ser hermana”. Fue un tiempo en que vivimos nuestro servicio educador como equipo de amigas, con profunda entrega, creatividad y alegría.

Me fue muy significativo el que, como Sociedad, hayamos dado ese viraje tan radical, y hayamos asumido las consecuencias. 

(Primera de dos partes)